Roma es uno de esos lugares que nos parece haber recorrido más de una vez, hayamos estado en ella o no. Hemos estudiado su historia y sus monumentos, visto y revisto tantas películas, documentales y series sobre ella que casi podríamos creernos expertos en la 'Ciudad Eterna'. Pero la realidad es que la città tiene incontables caras que mostrar: la monumental, la moderna, la artística... e incluso la de los pasadizos y las catacumbas.

La Roma actual aún mantiene en pie parte de los restos del mayor imperio que el mundo ha conocido. Pero hay otra porción de la Antigua Roma que no dejaron los emperadores, sino los plebeyos. Un mundo que sigue aún en la ciudad, sólo que no puede apreciarse a simple vista, ya que se encuentra a más de 20 metros bajo tierra. Turistas y romanos de nacimiento o adopción caminan cada día sobre criptas, necrópolis, cisternas, antiguos acueductos, caminos de piedra y templos paganos en honor al dios persa Mitra.

Algunos de estos lugares eran, originalmente, subterráneos, pero otros llegaron a serlo con el pasar de los siglos, los terremotos e incendios o las inundaciones del río Tíber. Al caminar por las calles de la ciudad se puede contemplar parte de su pasado, pero sin saber sobre qué se está paseando, ya que en cualquier parte podríamos estar sobre un antiguo palacio, una casa de más de dos mil años o, incluso, el circo Máximo, uno de los mayores estadios de todos los tiempos.

Le retiramos las capas del tiempo a esta ciudad secreta y oculta que quedó enterrada e intacta bajo dos mil años de tierra y escombros.

Basílica de San Clemente

La Basílica de San Clemente es de entre las incontables iglesias romanas, la más fascinante, por cuestiones históricas. Visitar esta basílica conlleva realizar un inimaginable viaje al pasado. Puede que a primera vista no parezca nada excepcional, pero esto no ha hecho más que empezar. Lo que podemos ver desde fuera es una basílica del año 1108, pero lo realmente asombroso llega cuando comenzamos a bajar por las escaleras, pues cada escalón que descendemos nos hace retroceder varios siglos en el tiempo.

Unas excavaciones en el siglo XIX permitieron descubrir que, bajo la actual basílica, se encuentra una iglesia del siglo IV que sirve de cimiento. Quizá su mayor atractivo sean los frescos medievales que narran la vida de San Clemente. Pero nuestro paseo hacia tiempos antiguos no acaba ahí, ya que en el tercer y último nivel encontramos edificios del siglo I, entre ellos, un Mitreo, un templo en el que se realizaban rituales en honor al antiguo dios solar Mitra, una religión que guarda ciertas similitudes con el cristianismo.

Catacumbas

En el siglo I, el cristianismo era aún muy primitivo y una religión minoritaria y oculta en Roma, por aquel entonces los cristianos no disponían de cementerios propios. No fue hasta el siglo siguiente que estos empezaron a tener algunas concesiones y comenzaron a enterrar a sus difuntos bajo tierra, en las catacumbas. Poco a poco, estas cámaras funerarias se fueron extendiendo por Roma hasta convertirse en kilómetros y kilómetros de túneles subterráneos. Las catacumbas se siguieron utilizando hasta el siglo V, cuando la Iglesia decidió poner fin a este tipo de enterramientos.

Actualmente, en Roma hay unos 160 kilómetros de pasadizos subterráneos que albergan unas 750.000 tumbas. Durante mucho tiempo quedaron en el olvido y no fue hasta el siglo XVI cuando se emprendieron las tareas de investigación y excavación para recuperarlas. Estas galerías se encuentran, en su mayoría, bajo la Appia Antica y están formadas por laberínticas galerías que cuentan con nichos excavados en la roca.

De entre todas las catacumbas que podemos encontrar en Roma, las de San Calixto son, quizá, unas de las más famosas. Se trata de una extensa red de galerías de casi 20 kilómetros en la que fueron enterrados 16 papas y decenas de mártires cristianos.

Cripta de los Capuchinos

En la céntrica Via Veneto se encuentra la Iglesia de Santa Maria della Concezione dei Cappuccini, construida entre 1626 y 1631 bajo las órdenes del papa Urbano VIII, y que alberga en su interior una cripta sobrecogedora: la de los monjes Capuchinos. Todo un catálogo anatómico de huesos y calaveras decora paredes, suelos y techos. Alrededor de 4.000 esqueletos de varias generaciones de estos monjes capuchinos fueron utilizados para la decoración de este lugar, creando con ellos hasta lámparas. Algunos de estos esqueletos se pueden ver completos y ataviados con su túnica franciscana.

La cripta está compuesta por cinco salas, cada una con un nombre más macabro que la anterior: Cripta de la Resurrección, Cripta de las Calaveras, Cripta de la Cadera, Cripta de los Fémures y las Tibias y Cripta de los Tres Esqueletos.

Un lugar, quizás, no apto para los más impresionables aunque, a pesar de lo tétrico y lóbrego del espacio, sentirás algo más parecido a la perplejidad que al miedo cuando vayas desfilando entre calaveras y huesos que te rodean por todas partes. Por último, a la salida de la Cripta de los Tres Esqueletos, los capuchinos dejaron, a modo de advertencia, un mensaje en una vieja placa en el que se lee: “Lo que vosotros sois nosotros éramos; lo que nosotros somos, vosotros seréis”.