Bolonia, un tesoro renacentista

La capital de la región Emilia-Romagna presenta una sinfonía monumental de pórticos, plazoletas y palacios

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Piazza Maggiore de Bolonia

El corazón de Bolonia reúne los edificios más bellos y notables de la ciudad medieval.

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La Finestrella - Canal Bolonia

Desde esta famosa ventana de La Finestrella, abierta en la Via Piella, se contempla uno de los canales de Bolonia.

 

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Fuentes escultóricas de Bolonia

Gracias a un subsuelo surcado por arroyos y canales, Bolonia siempre dispuso en sus entrañas de suficientes recursos acuíferos. Su efecto en el exterior fue una ciudad con 60 fuentes de agua potable, muchas decorativas. La más famosa es la del dios del mar situada en la Plaza de Neptuno, un bronce del escultor Giambologna (1529-1608).

 

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La Salaborsa de Bolonia

El Centro Salaborsa ocupa la antigua Bolsa de estilo modernista. Hoy es un centro de cultura y de ocio. Bajo un suelo de vidrio conserva ruinas romanas y etruscas.

 

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Torre Asinelli - Bolonia

Esta atalaya de 97 metros de altura forma, junto con la Torre Garisenda (48 m), el conjunto de Le Due Torri, del siglo XIV. 

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La Via delle Pescherie, cerca del mercado de Bolonia

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Plaza de la Basílica de Santo Stefano - Bolonia

Con su lateral de soportales, esta plaza es una de las más históricas de la ciudad. En la Edad Media reunía 7 iglesias; hoy conserva 4.

 

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Pasta al ragú, la salsa de ternera guisada que en Europa se conoce como boloñesa.

Bolonia es una apoteosis renacentista preservada en un casco antiguo compacto y a escala humana, lo que convierte a la ciudad en un destino idóneo para descubrir en un fin de semana. A su armoniosa monumentalidad se añade el aliciente gastronómico; Bolonia tiene fama de haber inventado la mortadela más sabrosa de Italia, el ragú de ternera y el slow food.

Junto con Parma, los italianos la consideran la patria de su cocina, por lo que la llaman, con cariño, la grassa; también la conocen como la docta –aquí se fundó la universidad más antigua de Europa– y la rossa, por el color que predomina en sus edificios históricos y su pasado político.

Gracias a un subsuelo surcado por arroyos y canales, en Bolonia hay muchas fuentes escultóricas.

La pasión de la ciudad por el buen comer se vio reforzada en 2017 con la apertura en las afueras del FICO Eataly World, el mayor parque agroalimentario del mundo, que comprende cultivos, establos, tiendas y medio centenar de restaurantes. La alternativa tradicional, y con mayor encanto, a este nuevo enclave gastronómico lo encontramos en pleno centro histórico. Es el Mercato di Mezzo, que conserva establecimientos que podrían aparecer en una película de ambiente medieval, sin apenas retoques.

La Piazza Maggiore

El mercado se halla a escasos cinco minutos a pie de la monumental Piazza Maggiore, hacia donde me encamino por las famosas calles con soportales de Bolonia. Muchos siguen pintados con los colores ocres y terracota que se usaban en los siglos XIII al XV. En esta plaza, de 115 m de largo y 60 m de ancho, se preserva un amplio patrimonio. Destacan el Palacio d’Accursio o Comunale (siglo XIV), hoy sede del Ayuntamiento y de dos galerías de arte, y el Palacio de Podestà (1200), el más antiguo de la ciudad, fácil de distinguir por su característica Torre dell’Arengo, cuyas campanas ya sonaban en la Edad Media.

Curioseo bajo sus pórticos entre los que comprueban la acústica del lugar. Dicen que al situarse bajo la estatua de San Domingo o de San Petronio, el susurro más discreto se escucha desde la otra imagen. De este modo, los curas confesaban a los leprosos sin tener que acercarse a ellos.

Basílica de San Petronio

San Petronio es el patrón de Bolonia y, en la misma plaza, se erige su basílica, de fachada inconclusa. El templo, de imponente dimensiones, guarda una sorpresa. El sol del mediodía se filtra por un diminuto agujero abierto en el techo, y señala la fecha exacta en un calendario lineal de 66,8 m que hay en el suelo, como en una película de aventuras. Es lo que se conoce como «la meridiana de San Petronio», concebida en 1655 por el gran astrónomo Giandomenico Cassini.

San Petronio, el patrón de Bolonia, tiene su basílica en la plaza Mayor de Bolonia.

La Piazza Maggiore es gemela de la Piazza de Nettuno y está ubicada justo al lado. El nombre le viene, naturalmente, de la estatua de bronce que representa a Neptuno y que corona una fuente emplazada en su centro desde el siglo XV. En la actualidad es el símbolo de la ciudad, pero en su día no estuvo exenta de polémica, ya que los atributos de la misma parecieron excesivos para la Iglesia. Giambologna, el escultor que la creó, hizo el retoque pertinente, pero con trampa: si uno se coloca sobre la baldosa de distinto color que hay frente al edificio de la Salaborsa, un juego óptico hace que la figura recupere su aspecto original.

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Y puesto que estoy al lado decido entrar a tomar un café en el bello recinto modernista de la Salaborsa. Este lugar, que bajo un suelo de cristal muestra vestigios romanos y etruscos, fue primero un palacio renacentista, luego sede de la Bolsa y desde 2001 aloja un centro cultural, librería y galería de arte.

Medio centenar de museos y galerías de arte animan con sus exposiciones la vida cultural de Bolonia.

También es de visita indiscutible otro gran palacio, el Archiginnasio, que en su día acogió la Universidad de Bolonia, considerada la más antigua de Europa (1088). La encontramos detrás de San Petronio, con un bonito claustro que formaba parte de la iglesia de Santa María dei Bulgari. En sus paredes se distinguen los grafiti que dejaron los alumnos, mientras que en el piso superior se conserva el Teatro Anatómico (siglo XVII), una sala en forma de anfiteatro que se usaba para ver cómo se diseccionaban los cuerpos.

Ciudad de soportales

Evocar la imagen puede que hoy nos revuelva el estómago, pero en su día llegó a ser uno de los motivos por los que viajaban hasta Bolonia numerosos estudiantes. Su número llegó a ser tan elevado que los dueños de viviendas decidieron añadir habitaciones para alquilárselas. Para ello recurrieron al truco de construir soportales sobre las calles, motivo por el cual el centro histórico está lleno. Con unos 40 km, se consideran los más largos del mundo.

En otros lugares se ganó terreno cubriendo los canales que cruzaban la ciudad, y que dieron a Bolonia otro sobrenombre: el de «pequeña Venecia». Con el tiempo, todos acabaron soterrados menos uno. Para hacerse una idea de cómo eran aquellos canales, basta con caminar hacia el norte hasta encontrar la Vía Piella. Allí, de pronto, parece como que faltase un edificio en un lado de la calle, y por ahí asoma un tramo del Canalle delle Molline. La vista recuerda, efectivamente, a Venecia. Los impuestos que en la Edad Media se cobraban por el tránsito de mercancías por estos canales fueron los que, en un primer momento, financiaron los sueldos de los profesores universitarios.

Sobre Bolonia se elevan esbeltas torres medievales de hasta 97 metros de alto.

En Bolonia hay más torres medievales, pero las más emblemáticas son la Garisenda, ya mencionada en textos del florentino Dante Alighieri e inclinada y reducida por un movimiento de tierra, y la de los Asinelli, cuyos 500 escalones deparan la panorámica más espectacular de la ciudad. En el pasado, las familias más ricas competían por ver cuál era la que construía la torre más alta como símbolo de su poder. En cuanto a los estudiantes actuales, todos saben que, bajo ningún concepto, deben subir a lo alto de Le Due Torri, las dos atalayas gigantescas que siempre asoman por encima de los tejados: la tradición avisa que quien lo haga no aprobará.

Subo a la de Asinelli y, desde lo alto, diviso por el este la plaza más seductora de Bolonia, Santo Stefano. La llaman de «las siete iglesias», ya que ese fue el número de templos que cobijó en distintas épocas. Era la favorita de Dante y hoy lo es de los jóvenes que se juntan a charlar en ella al atardecer.

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