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'El cielo en la cabeza', la odisea de un niño soldado africano para llegar a España

  • Un cómic tan duro como bello de Antonio Altarriba, Sergio García y Lola Moral
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Detalle de la portada de 'El cielo en la cabeza'
Detalle de la portada de 'El cielo en la cabeza'

El cielo en la cabeza (Norma editorial), del guionista Antonio Altarriba, el dibujante Sergio García y la colorista Lola Moral es uno de los mejores cómics de este 2023. Ha sido seleccionado por el Festival de Cómic de Angulema, que se celebrará en enero, y también ha sido incluido entre los 15 mejores títulos de 2023 por la crítcia francesa especializada.

Narra la historia del pequeño Nivek, que empieza trabajando en las minas del Congo y al que luego obligarán a ser un niño soldado e incluso será vendido como esclavo, antes de iniciar el éxodo a España para intentar sobrevivir. Una historia cuya dureza contrasta con la belleza de sus páginas y con el realismo mágico que la recorre. Y que quiere poner rostro a esos inmigrantes que llevan a las costas de Europa al borde la extenuación (cuando llegan)

Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), Premio Nacional de Cómic, nos comenta por qué decidió escribir esta historia: “Surgió de un encuentro casual, en unos premios, con Idoia Moreno de Jambo Congo, una ONG que tiene instalaciones en el Congo (acaba de inaugurar un pequeño centro de salud en la selva). Con solo oírla hablar tres minutos sobre la situación de los niños allí supe que tenía que contar esta historia, porque me quedé totalmente impresionado”.

“Tenía que hablar sobre esa explotación sistemática y esclavizada de los nuevos minerales preciosos de nuestra época electrónica y de la permanencia, ya prácticamente endémica, de la guerra. Una situación de guerra latente que favorece la explotación ilegal de niños en ese tipo de minas y la financiación de las guerrillas por parte de algunas grandes corporaciones internacionales que se benefician luego de las exportaciones ilegales”.

Para llevar esta historia a las viñetas Altarriba ha vuelto a contar con Sergio García (Guadix, 1967) y su colorista habitual, Lola Moral (Córdoba, 1964). “Después de El cuerpo del delito, sobre la guerra de los Balcanes, queríamos volver a colaborar juntos -asegura Sergio-. Pero cuando me pasó el guion de El cielo en la cabeza le dije que no estaba preparado para un proyecto de este tipo, por su dureza; y porque Lola y yo venimos de otro tipo de obras. Pero Antonio lo tenía muy claro y al final ha funcionado muy bien”.

“Creo -nos comenta Lola Moral-, que este libro es un acto de generosidad a tres bandas. Yo con el color he intentado reforzar ese equilibrio y unir toda la narración desde el principio hasta el final, que tenga una coherencia pero que refleje la esencia de África, evitando los colores estridentes”.

Antonio Altarriba asegura que la historia “tiene mucha crueldad, mucha violencia, pero también hay otros registros como el amor, la amistad, la magia… y unos paisajes africanos bellísimos por los que transcurre la historia. Por eso pensé que en Sergio y Lola, que utilizan metáforas visuales de gran belleza, a pesar de la tragedia y el dolor que llevan dentro. Esas metáforas creo que son más poderosas que la representación explicita de esa violencia”.

Página de 'El cielo en la cabeza'

Poner nombre a los inmigrantes

Altarriba confiesa que una de sus intenciones con el cómic era: “Poner nombre a esos rostros fatigados y salvados de la hipotermia, que llegan en las pateras y cuyo pasado desconocemos. Por qué abandonaron su país y se jugaron la vida para llegar hasta aquí, Qué es lo que esperan encontrar en Europa... Descubrir las razones de esa auténtica odisea”.

“Porque -continúa el guionista-, son gente que huye de un infierno y se lo apuestan todo a cara o cruz en busca de la remota posibilidad de sobrevivir con cierta dignidad en los países del primer mundo”.

“Y por otra parte -añade Altarriba-, este viaje es una gran aventura llena de riesgos, casi como la Odisea de Homero, pero a la que quitamos todo el carácter épico que pudiera tener afrontar tantos sufrimientos y padecimientos para cruzar el continente africano durante meses y sometidos a todo tipo de riesgos, desde robos a secuestros, violaciones… e incluso la muerte”.

Sergio confiesa que Nivek ha sido el personaje más complicado de dibujar: “porque tiene unas características que lo hacen especial. Lo primero es que empieza siendo un niño y acaba siendo un adolescente de 16 años. Y tenía que evolucionar tanto a nivel físico como psíquico. Eso es complicado, porque son pocos años, pero tienes que lograr que pase de niño a hombre. El muta constantemente, mientras los personajes que lo rodean no cambian pero le aportan amor, sensibilidad, aprender a nadar…”

“Y teníamos que ver esos cambios -continúa el dibujante-. A veces de forma muy brusca, como con la escena del rito de iniciación, donde visualmente me plantee el reto de convertir a un niño en el embrión de la persona que va a ser más adelante. Además, tenía que ser un personaje con el que el lector se identificara inmediatamente. Como, por ejemplo, Tintín, que tiene unos rasgos mucho más simples que los otros personajes. Es lo que en el cómic se llama efecto máscara, y es que permite que el lector se identifique inmediatamente con ese personaje”.

“Con Nivek queríamos lograr ese efecto, que el lector se identificara inmediatamente con él y que sintiera todo lo que vive el personaje. Ese era nuestro reto y espero haberlo conseguido” -concluye-.

Página de 'El cielo en la cabeza'

Niños soldados obligados a matar a sus familias

Preguntamos a Altarriba por qué ha querido que el protagonista sea un niño soldado. “Si te fijas, en las pateras que llegan a Canarias hay un elevadísimo número de niños e incluso de bebés. Y es que allí no hay ningún futuro para los niños y jóvenes. En el Congo, en concreto, son usados como mano de obra esclava en las minas porque se pueden meter por los túneles más estrechos. Para que nosotros podamos comprar un móvil por 200 o 300 euros, las compañías tienen que conseguirlos por 5 y ahí es donde entra esta mano de obra esclava”.

“Y también son reclutados como niños soldados -añade-. En la región donde se sitúa el libro se calcula que hay unos 30 mil niños soldados. Y me parecía que eso dotaba al protagonista de un potencial dramático casi heroico. Sobre todo, sabiendo las pruebas que tienen que afrontar estos niños, que muchas veces son obligados a matar a sus familias como rito de iniciación en las milicias y para que no tengan a nadie con quien regresar. También para que tomen como figura paterna a los soldados más mayores”.

“Al ser un niño no solo asistimos a una peripecia personal -continúa-, sino que también podíamos ver su evolución psicológica”.

El protagonista se basa en personas reales, como nos cuenta Altarriba: La organización Janbo Comgo acaba de abrir un nuevo pequeño centro de salud en Kakutya, en el interior de la selva congoleña, que ofrecerá asistencia sanitaria a más de 120.000 habitantes que no cuentan con ningún médico. Además asisten los partos de mujeres embarazadas y buscan la reinserción de los niños soldado que, con 12 o 14 años se han acostumbrado a matar, que se toman la violencia como un juego infantil y son muy difíciles de recuperar. Pero esta ONG lo intenta con sesiones de terapia, talleres de albañilería…”

“Y nuestro cómic se basa en los testimonios de esos chicos, que ha recopilado esta ONG -aclara el guionista-. También nos han facilitado todos los datos sobre esos ritos de iniciación de los niños soldado o sobre los cientos de monarquías que sobreviven en África y que, aunque no tienen un reconocimiento administrativo oficial, si que siguen ejerciendo una gran influencia”.

Otras de las grandes víctimas de esta situación son las mujeres. “Se sigue usando la violación, la tortura y el asesinato de las mujeres como arma de guerra -nos comenta Altarriba-. Por eso el libro está dedicado al Doctor Denis Mukwege, Premio Nobel de la Paz en 2018 por sus esfuerzos en terminar con el uso de la violencia sexual en el Congo como arma de guerra y por su trabajo como cirujano en reconstrucciones ginecológicas. Son violaciones despiadadas, casi siempre multitudinarias, que tienen como objetivo la humillación de las víctimas, que acaban con lesiones gravísimas que, a menudo, conllevan la muerte. Además, por las tradiciones africanas, las mujeres que sobreviven son consideradas impuras hasta por sus semejantes”.

“También me he documentado leyendo libros de los emigrantes que pasan por esas rutas de migración establecidas -añade-. Y que, cuando pasan por países como Libia pueden toparse con traficantes de esclavos. En fin, que lo que le sucede a Nivek es la unión de varios testimonios reales de gente que ha pasado por todas esas penurias”.

“Una de las cosas que me sorprendió cuando dije a mis amigos que iba a escribir este libro es que muchos me dijeron que no iban a leer algo tan duro -confiesa Altarrriba-. Y entonces pensé que el auténtico problema no es que existan esas situaciones tan evidentemente injustas, sino que nosotros no queremos saber nada de ellas porque nos resultan muy incómodas. En este mundo de corrección política, la realidad de esos países nos resulta insoportable”.

Página de 'El cielo en la cabeza'

Se han inspirado en Picasso

Al ilustrar esta historia, Sergio García y Lola Moral han realizado un trabajo que solo puede calificarse de excepcional. “Una vez que teníamos claro lo que quería contar Antonio, la pregunta que nos hicimos Lola y yo fue el cómo. No queríamos caer en lo facilón, en la ultra violencia, porque podía haber sido una historia muy gore”.

“Y dio la casualidad -añade-, de que yo acababa de realizar una versión del Guernica, para el Museo de Picasso de París, que no dejaba de ser un macro cómic enorme, sobre la vida de un dictador y que me había permitido experimentar con el dibujo más picassiano, porque había estudiado a fondo su obra para no repetirme. Y de ahí esa deformación de la figura, típica de las vanguardias de los Siglos XIX y XX, que también bebe de Picasso y del arte africano”.

“Un dibujo que no deja de ser tramposo -añade el ilustrador-, porque atrapa al lector por su belleza, pero, cuando lee la historia, descubre el horror que esconde. Y no solo el horror en la narración, porque la estructura narrativa que ha generado Antonio tiene mucho que ver con El Quijote, ya que muchas veces el protagonista no deja de ser un espectadore de las cosas que le rodean como la violencia, la desesperación… pero también hay sueño, amor, realismo mágico, una enorme carga de amistad y muchísima ilusión”.

Página de 'El cielo en la cabeza'

La sangre es negra

Una historia que no sería lo mismo sin los maravillosos colores de Lola: “En muchos cómics el color no es necesario, pero en este era fundamental -asegura-. Hay páginas que tienen su propia música, en las que Sergio ha metido muchas viñetas pequeñas que simulan el ritmo de un tambor muy lejano… El ritmo, el color y la música son fundamentales. Pero no podía poner colores super vivos, super fuertes, porque tienen que contribuir a la narración y la lectura del lecto fluya de forma natural, sin que se dé cuenta”.

“De ahí que una de las decisiones que hemos tomado -añade Lola- es que la sangre no sea de color rojo, sino que sean manchas negras. Porque el lector tenía que darse cuenta del horror pero, a la vez, tampoco podía ser tan terrible que lo sacara de la historia”.

Una de las cosas más visuales del cómic es que sus páginas están construidas como una unidad, casi combinando el lenguaje de los tebeos y el de la ilustración. “Antonio me ha dado total libertad para componer las páginas y adaptar visualmente el guion -asegura Sergio-. En mi trabajo uso mucho la ilustración conceptual, con esas portadas en las que tienes que dar una gran información con una sola imagen. Y es ese ritmo el que queríamos reflejar, porque una de las cosas que nos dejó claras Idoia, y toda la parte documental, es que tenía que ser una historia muy rítmica. Porque África es puro ritmo. Siempre hay movimientos, ciclos como el de la sequía… y todo eso lo reflejamos en los capítulos, pero también página a página”.

“Por eso -añade el dibujante- hemos mezclado páginas más de cómic con imágenes muy impactantes, muy conceptuales, que suelen ir al final de cada capítulo, pero que también reflejan hechos importantes de la historia. Por ejemplo, las escenas de violencia, en las que he preferido no describirlas de una forma tradicional, sino que se desarrollan mediante imágenes muy conceptuales que hacen que el lector se imagine el resto. Por eso también uso imágenes en primer plano, combinándolas con otras más pequeñas, en segundo plano, que reflejan la reacción a lo que está haciendo el personaje”.

Página de 'El cielo en la cabeza'

Una excelente documentación

Documentarse visualmente para el cómic “ha dependido mucho de cada capítulo -asegura Sergio-. El libro también tiene un ritmo muy distinto en la duración y el tempo de cada uno de los siete capítulos. Por ejemplo, toda la parte de las minas la hemos documentado gracias a Idoia Moreno que también nos pasó muchas fotos de los hospitales, de heridas de guerra que es mejor no ver... Y encontrar información visual de las guerrillas no es difícil. Pero todo eso lo hemos pasado por un filtro de realismo mágico que lo difumina todo. Creo que la magia del dibujo consiste en poder convertir todas esas imágenes de la selva, de la sabana… en una imagen que resulte reconocible para el lector, pero que, a la vez, tenga una fuerte personalidad”.

El ser pareja profesional y de vida facilita mucho las cosas, como nos comenta Lola: “Trabajamos de forma individual pero unida. Yo llego cuando ya hay una gran parte del cómic hecha, pero antes me he ido involucrando poco a poco de una forma inconsciente, pasando pro delante del ordenador… Y en cuando la técnica, no soy muy hábil con el ordenador, pero uso el Photoshop de una forma muy personal, muy tradicional, como cualquier técnica de acuarela o pintura. Me gusta que haya una riqueza cromática grande, que el color aporte esa profundidad en cada página, que sepamos el lugar en el que estamos en cada momento… Juntos pero separados” (ríe)

“Nos conocemos tanto el uno al otro que no tenemos que decirnos nada -confiesa Sergio-. Pero en este libro lo mejor ha sido la capacidad que hemos tenido los tres de sorprendernos. Empezando por Antonio, con cada giro de guion que nos mandaba, y siguiendo con Lola. Las páginas que me devuelve coloreadas siempre son mejores de como las había imaginado. Ambos son enormes profesionales y superan mis expectativas constantemente”.

Destacar los paisajes africanos, sobre todo la jungla y el desierto. “Son como la noche y el día -asegura Sergio-. Como el vacío y el todo. La selva es como llenarlo todo, con tanta rama. Tienes dar al lector la sensación de estar abrumado por la vegetación. Y en el desierto la sensación de soledad. Es un contraste a nivel gráfico y también cromático. Y para que no existiera ese vacío total del desierto frente a la selva, lo que hice fue trabajar en el desierto con sombras muy duras que no están en el resto del libro, pero que eran necesarias para crear esa imagen de un sol abrasador, frente a esa parte mucho más orgánica de la selva”.

Página de 'El cielo en la cabeza'

“Como dibujante he sufrido muchísimo”

Para Sergio este libro es de esos que cambian la vida de un artista: “Yo como dibujante he sufrido muchísimo. Había momentos en que pensé que no seguir, que no podía dibujar esas escenas tan crudas. Y, de hecho, he tenido que filtrar. Ha supuesto una enorme carga a nivel emocional. También durante la promoción, cuando he conocido a Idoia y la he escuchado contar estas historias de primera mano. Creo que este libro nos ha cambiado como personas y a mí también como dibujante, porque ha supuesto una reflexión muy importante de mi visión de la novela gráfica”.

“Hemos estado muy afectados durante meses, porque dibujar y colorear una historia tan dura es complicado -añade Lola-. Había días en los que yo quitaba los diálogos de las páginas porque no quería saber nada más, porque el dibujo ya era lo suficientemente explícito. Y cuando escuché hablar a Idoia en la presentación del libro casi me echo a llorar, porque nosotros vivimos en una burbuja donde conocemos los horrores de África, pero somos poco permeables. Y si con este libro hemos podido aportar un poco para que la gente sea más consciente de esa realidad me doy por satisfecha”.

“Si te fijas el libro es como un vaso que explota y el líquido va fluyendo hasta el final. Y para nosotros ha supuesto un viaje emocional. Hemos viajado con Nivek y la verdad es que es muy duro” -confiesa Lola-.

Una maravillosa portada

Incluso a quienes conozcan el maravilloso trabajo que Sergio (Premio Nacional de Ilustración) y Lola realizan para las portadas de The New Yorker, les habrá sorprendido la cubierta del cómic. “La portada ha sido un gran reto y la idea llegó en la línea de los contenedores de historias con los que yo trabajo en la Universidad. El dibujo de Nivek, de perfil, debería mirar a Europa y debíamos ver en su rostro todos los paisajes que va atravesando en ese viaje. La selva, que aparece tatuada en su cara, el desierto, Libia, el Mediterráneo…”

“Y a la hora de dibujar el pelo -añade el dibujante-, no me convencía poner una masa negra, ni hacer trazos de pelo. Y pensé en una secuencia del cómic en la que Nivek se sube a un árbol y ve las estrellas que le hacen soñar. Y se me ocurrió dibujar en su pelo una constelación. Lo curioso es que otro de los problemas que teníamos era decidir el título. Y cuando Antonio la vio enseguida dijo: El cielo en la cabeza, que es una expresión muy conocida en Francia”.

Portada de 'El cielo en la cabeza'

Sus proyectos

En cuanto a sus proyectos, Antonio Altarriba nos comenta que: “No puedo avanzar mucho porque todavía estoy en proceso de documentación, pero será una historia protagonizada por unos libertinos en la Francia del Siglo XVIII, cuando esa filosofía libertina representaba para la mujer una fuente de enajenación y ese discurso amoroso de la exclusividad no solo era una fuente de alienación sino también de maltrato y desigualdad. Y una de las mejores dibujantes españolas está muy interesada en hacerlo”.

“Lola y yo acabamos de terminar un libro para Francia, con Lewis Trondheim (Lapinot, La Mazmorra) que es un libro experimental muy bonito. También hemos pintado once paneles, 66 metros cuadrados, para una nueva estación de Metro de París que conectará la Villa Olímpica con el Estadio Olímpico y que se inaugurará para los Juegos. Y aparte colaboró con una galería de Madrid, que se llama Cayón y con la que preparo una gran exposición para el año que viene”.

“Yo soy colorista de cómics casi por accidente -asegura Lola-. Realmente soy artista multidisciplinar y estoy preparando dos exposiciones individuales en las que me apetece muchísimo trabajar. Una de cerámica y otra de dibujo, ambas en Granada”.