Clemente Estable

El padre de la ciencia uruguaya y notable pedagogo que se ha transformado en un mito. Maestro de formación e investigador por intuición, nació el 23 de mayo de 1894 en San Juan Bautista, un en el Departamento de Canelones. Miembro de una familia numerosa, creció con una fuerte figura materna, sin apremios económicos pero tampoco lujos y en contacto desde muy pequeño con los ambientes naturales.

En 1922, se le otorga una beca para el Instituto de Investigaciones Histológicas de Madrid, bajo la dirección en ese momento del Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, trabajando allí tres años. Esto le permitió investigar y destacarse publicando sobre neurohistología y neurohistopatología en la revista del mismo Instituto.

Las ideas de Clemente Estable, particularmente aquellas vinculadas a las propiedades funcionales de los contactos interneuronales o sinapsis, mantienen hoy plena actualidad. Quedaría trunca esta breve visión de la obra de Estable si no se mencionara su impacto en el ámbito de la cultura nacional. Fue el iniciador en Uruguay de la profesión de investigador.

Para él, la investigación científica, la creación artística o la reflexión filosófica deben de brindar la posibilidad de vivir de forma adecuada y es el Estado quién debe reconocer que lxs investigadorxs y científicxs ejercen una profesión indispensable para la Nación y por lo tanto, es responsabilidad de las políticas públicas promover la ciencia y crear condiciones adecuadas para trabajar en ella y desarrollarse.

Por su interés académico y su alto valor social como investigador y ese ejemplo que logró establecer con su práctica personal, alcanza dos de sus mayores aspiraciones: primero, la creación de un instituto dedicado a la investigación y la docencia superior en el campo de la Biología (1927) posteriormente y hasta ahora, el IIBCE (Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable) y la incorporación en la organización administrativa del Estado de un régimen laboral, hasta entonces desconocido en el país denominad dedicación exclusiva o full time (1943). Para Estable esta forma de trabajo implicaba una forma de vivir que demandaba, de acuerdo a sus propias palabras, «todo el tiempo y todo el hombre», más allá del tiempo completo o del impedimento de otra actividad paga.

Coherente con su prédica, dedicó su vida a la investigación y a la docencia. Sus últimos años fueron ejemplo de austeridad y abnegación al trabajo. Falleció a los 82 años de edad el 27 de octubre de 1976. Fue sepultado con los honores propios de un Ministro de Estado y permanece vivo en el recuerdo de los que lo conocieron, en el Instituto que fundó y en obra científica y literaria, así como en todas las personas que se han sentido inspiradas para investigar y estudiar los fenómenos biológicos y naturales.

Largometraje «Clemente, los aprendizajes de un maestro» de Pablo Casacuberta.

Este largometraje busca dar a conocer el legado del maestro uruguayo promotor de la investigación científica y reivindicarlo ya que en la década de 1940 desarrolló un plan para mejorar el sistema educativo.

«Podés rastrear que casi todas las revoluciones sociales han estado vinculadas a cambios en las dinámicas de acceso al conocimiento. Entonces hoy estamos atravesando un período en el cual la sociedad no logra incorporar como parte de su patrimonio el conocimiento reciente o académico. Tendemos a ver la cultura solo como el conjunto que se produce entre las artes y las tradiciones. Es como si hubiéramos —de alguna manera— establecido un paralelo entre identidad y tradición. Es decir, como si entender nuestra identidad fuera comprender lo que hemos sido en lugar de lo que somos, algo que incluye no solo el conocimiento reciente sino también el conocimiento exógeno, lo mucho que nos influye a los uruguayos lo contemporáneo internacional, la inmigración, nuestra propia emigración. Seguimos tratando de explicar el Uruguay en términos gauchescos sin darnos cuenta de que hay una cantidad de incorporaciones recientes al panorama de la cultura que lo determinan, mucho más que la tradición.» Pablo Casacuberta (2)